domingo, 29 de agosto de 2010

Chile se sacude el polvo

Chile saca la cabeza. La lucha por la supervivencia de 33 mineros sepultados a 700 metros de profundidad, se ha convertido en un Gran Hermano mundial. La prueba definitiva de la trascendencia de un país en el ámbito mundial, la certificación absoluta de que ha abandonado el club de los países en desarrollo, se da cuando consigue ser noticia por hechos no trágicos.
No es difícil poner ejemplos. El descarrilamiento de un tren en Australia que no deje fallecidos pero destaque por su espectacularidad, ocupa un espacio importante en los informativos. O unas inundaciones en el sur de Estados Unidos que provoquen la muerte de pocas personas. En contraste, por poner otro ejemplo, si el descarrilamiento se produce en India y provoca una veintena de muertos puede ser tratado en los informativos de televisión en su espacio de breves internacionales. Al igual que las noticias sobre fuertes lluvias que provoquen un centenar de muertos en Filipinas.
¿Se imaginan cuántas personas morirán hoy, aun domingo, en las minas de todo el Planeta? Nadie hablará de ellas, como apenas se ha hablado de las 72 personas que han visto truncado su sueño de llegar a Estados Unidos, aun ilegalmente y con todos los riesgos que ya de por sí su aventura entrañaba. Las narco-mafias que prácticamente gobiernan México las asesinaron. Nadie les ha puesto rostro, nadie ha contado su historia, al contrario de lo que ha ocurrido con estos 33 mineros chilenos, cuya gesta, cuya lucha por sobrevivir ha centrado las preocupaciones del mundo e, incluso de la Nasa, al tiempo que la ONU sólo consigue recaudar aproximadamente la mitad de lo que pidió a las naciones y organizaciones del Mundo para atender lo más urgente en Pakistán.
Ha sido ésta una buena semana para Sebastián Piñera recién cumplidos sus primeros cien días como presidente de Chile. La gesta de sus 33 compatriotas ha sido comparada a la de su país, que tres meses después de sufrir uno de los más violentos terremotos registrados en la Tierra, ha logrado un espectacular avance de su crecimiento económico. En concreto, de su Producto Interior Bruto, esa suma que, dividida entre todos sus habitantes, indica la renta per cápita. Desde luego, la de la mayoría de los chilenos está muy lejos de la de Piñera, quien esta semana vendía su canal televisivo Chilevisión, por cerca de 130 millones de euros. Ni siquiera el hecho de que su Gobierno, el obvio responsable de supervisar que la mina cumplía las condiciones de seguridad, haya sido denunciado ante los tribunales por las familias de los 33 mineros,  le quita la sonrisa.
El mundo ha centrado su atención en Chile. Su gesta es la de su país. Y la de su Gobierno. A pesar de que si hubiera hecho lo que debía la empresa para la que trabajaban hubiera contado con una salida de emergencia que probablemente les hubiera evitado el riesgo que todavía corren. A pesar de las reiteradas advertencias de los sindicatos sobre las condiciones de trabajo que se dan en sus minas. A pesar de que éstas son atractivas para sus trabajadores gracias a un sueldo de 1.000 euros que supera en un 25% el salario medio de Chile. Chile se sacude el polvo. El país asoma la cabeza entre las naciones que nada pintan en el desorden interncional. Aunque sólo sea para dar espectáculo.

domingo, 15 de agosto de 2010

Gestos en Macondo

No hay soledad ni aislamiento que cien años duren. Salvo en la genialidad creativa de Gabriel García Márquez y su Macondo, la localidad ficticia del Caribe colombiano en la que se desarrolla Cien años de soledad, la novela que le mereció el Nobel del Literatura y obra cumbre de todo un género seguido por numerosos autores latinoamericanos, el realismo mágico.
Macondo no pero sí existe Santa Marta, ciudad de ese Caribe colombiano en la que Simón Bolívar falleció en 1830. Porque no fue casual la elección de esta ciudad como escenario del primer encuentro entre el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y su homólogo colombiano, Juan Manuel Santos, celebrado el pasado martes. Nada fue casual. No lo fue el momento escogido, sólo días después de que Santos tomara posesión de su cargo. Ni siquiera la indumentaria con la que Hugo Chávez tomó tierra en Colombia.
El mandatario venezolano ha demostrado sobradas veces que no le gusta pasar desapercibido y esta vez llegó con una chaqueta de chándal con las estrellas y los colores amarillo, azul y rojo de la bandera de Venezuela, los mismos colores, al fin y al cabo, que los de la bandera de Colombia. Simbolismo y gestos que inauguran un nuevo periodo presidencial en Colombia, el de un Juan Manuel Santos que ha hecho que en sus primeros días de mandato se destensaran las relaciones con Venezuela y Ecuador, país este último bombardeado por la Aviación colombiana hace dos años, ataque en el que fallecieron nueve miembros de las Farc, la principal guerrilla colombiana.

No bastarán pero los gestos son fundamentales en política y, éstos disipan, al menos de momento, los temores a una guerra que, por otro lado, y tal y como recordaba Fidel Castro a lo largo de esta semana en la que ha cumplido 84 años con mejor salud de la que se presumía, nadie desea. Como gesto se puede interpretar también que Israel haya decidido colaborar con la comisión de la ONU que investigará el bombardeo de la flotilla que denunciaba el bloqueo sobre Gaza y a la que asaltó en aguas internacionales causando diez muertos. Cuesta más interpretar, o probablemente no, qué simbolismo se ha buscado con que al frente de esa comisión esté Álvaro Uribe, precisamente el hombre que acaba de dejar la presidencia de Colombia y que hace dos años ordenó que la aviación colombiana bombardeara suelo ecuatoriano exponiendo a Latinoamérica y al mundo a riesgos difíciles de calcular.

No hay soledad que cien años dure pero sí organizaciones internacionales que los cumplan sin servir para aquello para lo que nacieron. Cachemira ha vuelto esta semana a los informativos. Pero esta vez no por la disputa de India y Pakistán sobre este territorio, sino porque sus habitantes, con pasaporte indio o pakistaní, lo han perdido todo sin que se haya celebrado una sola cumbre para atender la emergencia.
No hay magia que cure la cruda realidad del mundo pero sí gestos que la mejoran. Como la de esos montañeros vascos que se vieron atrapados por las inundaciones en Cachemira y, en lugar de regresar o viajar a otro lugar para seguir con sus vacaciones, decidieron quedarse a ayudar. Ahora sólo falta que multinacionales como Kellog’s o Nestlé les emulen, porque tras los incendios que han asolado Rusia se temen ya nuevas hambrunas por la carestía del cereal. Pero me temo que pensar eso sí es poco realista. O puro realismo mágico.