domingo, 26 de septiembre de 2010

Otro milenio será

       Cualquiera tiene un mal año, ¿qué ser humano que haya cumplido algunos años no lo ha tenido nunca? Las organizaciones están conformadas también por personas y pasan por sus mismos ciclos vitales. Es lo que le pasa a la ONU, que en el año 2000, mientras quizá usted se planteara objetivos como dejar de fumar, ir al gimnasio, tener una niña,… se fijó, que para eso es tan mundial, metas para el milenio que recién comenzaba. Eran ocho: erradicar la pobreza extrema y el hambre, lograr que todos los niños tengan acceso a la educación, promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer, mejorar la salud materna, combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades, garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar una asociación mundial para el desarrollo. Farragosas y abstractas palabras las que conforman este último objetivo, “fomentar una asociación mundial para el desarrollo “ para qué está entonces la ONU, nos preguntamos todos.

       Lo cierto es que esta la organización de naciones no es capaz de lograr ni siquiera aquello que se plantea. Tan humana ella, pensarán algunos, tan imperfecta como cualquiera, como el fumador que se plantea dejar de fumar a principio de año y sucumbe al placer de la nicotina en febrero. Los psicólogos dirán que hay no hay que ser excesivamente exigente con uno mismo y aceptar nuestras propias contradicciones. La ONU es buen ejemplo de tolerancia ante los propios errores.

       Esta semana, coincidiendo con el inicio de los discursos de los líderes mundiales ante su Asamblea General, la ONU ha reconocido que no cumplirá con sus objetivos del milenio. 2015 era la fecha establecida para erradicar del mundo males como el de la desnutrición infantil. Bueno oye, lo que importan son las intenciones, dirán los optimistas, lo importante es seguir fijando loables objetivos. Sí, claro, se puede tratar de un simple retraso, quizá se consiga en unos años más, pero ya será tarde para los 41 millones de niños que se han sumado al hambre durante los últimos años de crisis, ellos sí que la padecen, como consecuencia del incumplimiento de la ONU de sus propios objetivos. Se juega con la vida como si los seres humanos tuvieran una segunda oportunidad.

       Sólo durante los tres días que duró la cumbre de la ONU previa a su asamblea en la que se analizó el cumplimiento de los Objetivos del Milenio, murieron 70.000 niños de hambre, según los cálculos llevados a cabo por la organización Save the Children. ¿Que no se cumplen los objetivos del milenio? Tampoco es para alarmarse. Otro milenio será.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Hambre de justicia

       Que unos jueces se acerquen a un hospital para hablar con sus responsables no entraña, en principio nada extraño. Es fácil deducir que el motivo de su presencia sea el internamiento de un preso, una víctima o un testigo clave de un suceso. Pero en Arabia Saudí las cosas no son lo que parecen. Ni de lejos. A finales de agosto Amnistía Internacional comunicaba por escrito a las autoridades de este país de Oriente Próximo su inquietud ante la información que había recibido: miembros de un tribunal de la ciudad saudí de Tabuk (al noroeste del país) habían preguntado en varios hospitales qué posibilidades de sobrevivir tendría un hombre en el caso de que se le cortara la médula espinal en aplicación del ojo por ojo legal que impera en el país: estaba acusado de haber dejado parapléjico a otro hombre.

       Éste es sólo el último caso que ha trascendido en torno a las aberrantes violaciones de derechos humanos que se llevan a cabo en Arabia Saudí, donde las mujeres no pueden salir de casa sin la autorización de su marido y el Código Penal se basa en la sharia, un conjunto de leyes aplicadas en algunos países musulmanes que recogen delitos como el de ser homosexual o el adulterio y castigos como la lapidación, las amputaciones o los latigazos.

       Sin embargo, el mundo Occidental, tan exigente ante otras violaciones de derechos humanos como la detención de disidentes en Cuba, no sólo no cuestiona la férrea dictadura con la que la familia real saudí domina a su pueblo, sino que no tiene inconveniente en armar al Ejército que garantiza ese estado de cosas. Esta semana se ha conocido que Estados Unidos va a vender a este país armamento por 60.000 millones de dólares. ¿Qué no tendrá Cuba que tenga Arabia Saudí? Sí, ha acertado, petróleo, mucho petróleo, ya que es el primer exportador del mundo de oro negro.

       60.000 millones de dólares es mucho dinero. No haría falta tanto para evitar que nadie en el mundo muera de la forma más atroz e injusta: el hambre. Bastan 45.000 millones de dólares al año (unos 36.000 millones de euros), según los cálculos dados a conocer esta semana por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Una minucia si se compara con los alrededor de 1,73 billones de euros que suman lo que han aprobado hasta ahora Reino Unido, Alemania, Francia, España, Austria e Italia para ayudar a los bancos con problemas o los 513.000 millones de euros (unos 700.000 millones de dólares) del plan estadounidense. Pero claro, mientras los bancos sufren la crisis los más pobres se han visto beneficiados por ella, puesto que según los datos aportados por la FAO esta semana, el abaratamiento de los alimentos ha hecho que en 2009 sólo pasaran hambre mil de los seis mil millones de habitantes de la Tierra, lo que supone un 9.6% menos que en 2008.

       Tanto como de hambre no se morirán, pero los gitanos rumanos expulsados de Francia volverán a ver frustrada toda esperanza de salir de la marginación. Nicolás Sarkozy ha logrado que el resto de los 27 estados de la Unión Europea guarden silencio con respecto a su política. Incluida la propia Rumanía, un país en el que hasta bien entrado el siglo XIX los gitanos eran esclavos.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Ni igualdad, ni libertad, ni fraternidad

Ni igualdad, ni libertad, ni fraternidad. Al presidente francés, Nicolás Sarkozy, se le acusa de poner en jaque la débil unión política europea, pero ha logrado hacer lo que ningún estadista europeo hasta ahora: mejorar la percepción que los 500 millones de ciudadanos de la Unión tienen con respecto al Parlamento Europeo:

En efecto, la Eurocámara sorprendía el pasado jueves con una clara censura a la expulsión de ciudadanos rumanos, en su inmensa mayoría gitanos, de Francia. El Parlamento Europeo se reivindicó con esta censura, hizo valer su condición de cámara representativa, aunque al mismo tiempo quienes cuestionan su utilidad refuerzan su escepticismo en el hecho de que la resolución no tiene consecuencias prácticas. No las tiene, no, de hecho la Unión Europea, y a pesar también de la censura del presidente de su Comisión, Jose Manuel Durao Barrosso, ve impasible cómo Francia, más allá de provocar la lógica vergüenza del mundo, se carga la libertad de movimientos y residencia, uno de los principales pilares sobre los que se sustenta la Unión.

Ni libertad, ni igualdad ni fraternidad. Sarkozy se carga de un plumazo lo que, al menos sobre el papel, quedaba de los principios en los que se basó la revolución de 1789. Los positivos, porque el centralismo asimilador jacobino sigue inquebrantable. También el jueves, Serbia, otro país europeo no perteneciente a la Unión pero que negocia su entrada en ella, ha vuelto a demostrar que los procesos de segregación de países europeos son compatibles con su aspiración a entrar en esta organización o cualquier otra en la que los Estados ceden parte de su soberanía. Serbia abría el jueves las puertas al reconocimiento de la independencia de Kosovo mediante una declaración conjunta de su Gobierno y la Unión Europea. A ésta sí pertenece en cambio el Reino Unido, estado monárquico en el que uno de los territorios que lo conforman, Escocia, ha aparcado, de momento, el debate de su Parlamento en torno a su independencia. No lo ha hecho por amenaza legal o de otra índole surgida desde Londres, sino porque los partidarios de la independencia, gobernantes en el país, no logran la mayoría suficiente para plantear su prometido debate.

Kosovo comparte con Bosnia-Herzegovina, Albania y Turquía la condición de país de Europa con mayoría de población musulmana. Aunque quienes como Berlusconi y Aznar fracasaron a la hora de asociar a Europa y el cristianismo en la fallida Constitución para el viejo continente, la realidad demuestra que ninguna de las grandes religiones monoteístas se libran de la intransigencia.

Estados Unidos celebraba ayer el 9º aniversario de los atentados del 11 de septiembre, en los que fueron asesinadas 3.000 personas bajo la perversa utilización del nombre de Alá. Y un pastor cristiano evangélico, alimentado por los medios de comunicación, ha estado a punto de colapsar el mundo por su amenaza de despertar a otros fanáticos capaces de vengar con muerte la quema de un libro, por sagrado que sea, llamado Corán. Fanáticos de una y otra religión se enfrentan ahora por si debe construirse o no una mezquita en el corazón de los atentados del 11-S.

Mientras tanto, en otro país de América, el 11 de septiembre era recordado también, aunque con menos eco, pero con el mismo dolor y la misma pregunta: ¿por qué? La Chile oficial, la Chile del milagro macroeconómico, la que ahora ofrece espectáculo diario con la suerte de los 42 mineros sumergidos a 700 metros bajo tierra, quiere dar carpetazo a la historia. Pero, aunque Pinochet ha muerto, sigue vigente parte de su legado. Incluso, en forma de leyes. ¿Sabía usted que en Chile no existe grupo organizado armado alguno que luche contra el Estado atentando contra la vida de otras personas? Pero 32 personas pertenecientes al pueblo mapuche, originario de aquéllas tierras, han superado ya los 60 días en huelga de hambre. Sus acciones reivindicativas atentan contra las propiedades y no contra las personas, pero a los mapuches se les aplica una ley antiterrorista promulgada en 1989 por Pinochet que les sitúa ante un tribunal militar. Los acusados no pueden ver a los testigos que hablan en su contra; del mismo modo que los chilenos parecen no querer mirar el legado que aún perdura de un pasado todavía reciente.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Resignación divina


Llegó el tan temido 31 de agosto para los europeos. En Estados Unidos las vacaciones están lejos de durar un mes pero al menos 6.000 de sus habitantes emprendieron, ese día,  como miles de europeos, el viaje de regreso a casa. Han estado a miles de kilómetros de su hogar, en tierra hostil, como se ha llamado la versión castellana de The Hurt Locker, la oscarizada película de Kathrin Bigelow. En Irak, un país en el que Estados Unidos da por concluida una guerra en la que, esta vez sí, y rompiendo el tópico, alguien gana. Porque gracias a la invasión de Irak sale reforzada la amplia amalgama de movimientos, grupos e ideas que, a pesar de las enormes diferencias que guardan entre sí, se caracterizan por su odio a Occidente.

Estados Unidos invadió en 2003 un país gobernado por un tirano genocida llamado Sadam Hussein. Y dejará un país (si alguna vez lo abandona, puesto que mantendrá 50.000 efectivos para “apoyar’ a las autoridades locales”) sacudido por la violencia y el desgobierno. Estados Unidos controla ya el petróleo iraquí a través del frágil Ejecutivo al que ha encargado el gobierno del país, nacido, sí, de unas elecciones, pero tuteladas, dirigidas e impulsadas por el invasor. ¿Qué legitimidad puede tener ese Gobierno, con qué ojos podrán mirarlo los propios iraquíes?

Con la retirada de las tropas de Irak, Barack Obama cumple una promesa electoral que suaviza la hostilidad hacia Estados Unidos. Va a centrar sus esfuerzos en Afganistán, otro país igualmente invadido, aunque eso sí, éste al menos con el beneplácito de la ONU y la frágil comunidad internacional. Otra vez, no hay que olvidarlo, un país mayoritariamente musulmán, por encima de las muchas diferencias y matices que existen en la religiosidad de sus pueblos y la interpretación sobre el Islam que hacen sus dirigentes.

Estados Unidos, incluso a pesar de Obama, sigue alimentando la mecha del odio entre los seguidores de Alá,entre los que la manipulación fundamentalista gana adeptos a pesar de la lucha de crecientes sectores musulmanes por separar la religión del estado y la política. Irak e Irán vivieron una guerra entre 1980 y 1988. Sadam Hussein, de la rama suní, aplastó a los chiíes de Irak, mayoritarios en  buena parte de su país y en Irán, donde los chiítas ostentan el férreo régimen gobernado por Mahmud Almadineyad, el enemigo número 1 de Estados Unidos. La invasión no ha unido las fuerzas de chiíes y suníes pero sí les ha sumido en el mismo sentimiento de odio a Occidente.

Stephen Hawking, uno de los científicos más reconocidos del Planeta, ha sorprendido esta semana con su tajante afirmación sobre la innecesaria existencia de Dios para explicar la vida y el mundo. Pero pretextos con forma divina siguen justificando todo tipo de opresión, violencia, e incluso guerra. El pasado jueves, sólo un día después de que las ‘tropas de combate’ norteamericanas abandonaran Irak, el presidente Barack Obama recibía en la Casa Blanca al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y  al de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas.

Netanyahu reconoció que la paz obligará a ambas partes a hacer “dolorosas concesiones”. ¿Lo ha descubierto ahora? En absoluto, Israel sabe que algún día llegará en el que sí tenga que ceder algo. Pero mientras tanto sus injusticias ganan terreno en forma de colonización de tierras que no le pertenecen. Así, el día que definitivamente negocie con los palestinos bastará con que Israel devuelva algo de lo que ha seguido ganando por la fuerza a cambio de que éstos y el conjunto del mundo islámico reconozca su legítimo derecho a existir y a que sus ciudadanos, judíos, musulmanes, cristianos o ateos, vivan en paz. La política de hechos consumados se impone. Como en el Sáhara Occidental. El lunes el gobierno español sorprendía recordando que los 14 canarios que han denunciado haber sido golpeados por la Policía marroquí en El Aiún, la capital de la ex colonia española, participaron en una manifestación ilegal. En efecto, si como legalidad se acepta la marroquí. Resignación divina.