Que unos jueces se acerquen a un hospital para hablar con sus responsables no entraña, en principio nada extraño. Es fácil deducir que el motivo de su presencia sea el internamiento de un preso, una víctima o un testigo clave de un suceso. Pero en Arabia Saudí las cosas no son lo que parecen. Ni de lejos. A finales de agosto Amnistía Internacional comunicaba por escrito a las autoridades de este país de Oriente Próximo su inquietud ante la información que había recibido: miembros de un tribunal de la ciudad saudí de Tabuk (al noroeste del país) habían preguntado en varios hospitales qué posibilidades de sobrevivir tendría un hombre en el caso de que se le cortara la médula espinal en aplicación del ojo por ojo legal que impera en el país: estaba acusado de haber dejado parapléjico a otro hombre.
Éste es sólo el último caso que ha trascendido en torno a las aberrantes violaciones de derechos humanos que se llevan a cabo en Arabia Saudí, donde las mujeres no pueden salir de casa sin la autorización de su marido y el Código Penal se basa en la sharia, un conjunto de leyes aplicadas en algunos países musulmanes que recogen delitos como el de ser homosexual o el adulterio y castigos como la lapidación, las amputaciones o los latigazos.
Sin embargo, el mundo Occidental, tan exigente ante otras violaciones de derechos humanos como la detención de disidentes en Cuba, no sólo no cuestiona la férrea dictadura con la que la familia real saudí domina a su pueblo, sino que no tiene inconveniente en armar al Ejército que garantiza ese estado de cosas. Esta semana se ha conocido que Estados Unidos va a vender a este país armamento por 60.000 millones de dólares. ¿Qué no tendrá Cuba que tenga Arabia Saudí? Sí, ha acertado, petróleo, mucho petróleo, ya que es el primer exportador del mundo de oro negro.
60.000 millones de dólares es mucho dinero. No haría falta tanto para evitar que nadie en el mundo muera de la forma más atroz e injusta: el hambre. Bastan 45.000 millones de dólares al año (unos 36.000 millones de euros), según los cálculos dados a conocer esta semana por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Una minucia si se compara con los alrededor de 1,73 billones de euros que suman lo que han aprobado hasta ahora Reino Unido, Alemania, Francia, España, Austria e Italia para ayudar a los bancos con problemas o los 513.000 millones de euros (unos 700.000 millones de dólares) del plan estadounidense. Pero claro, mientras los bancos sufren la crisis los más pobres se han visto beneficiados por ella, puesto que según los datos aportados por la FAO esta semana, el abaratamiento de los alimentos ha hecho que en 2009 sólo pasaran hambre mil de los seis mil millones de habitantes de la Tierra, lo que supone un 9.6% menos que en 2008.
Tanto como de hambre no se morirán, pero los gitanos rumanos expulsados de Francia volverán a ver frustrada toda esperanza de salir de la marginación. Nicolás Sarkozy ha logrado que el resto de los 27 estados de la Unión Europea guarden silencio con respecto a su política. Incluida la propia Rumanía, un país en el que hasta bien entrado el siglo XIX los gitanos eran esclavos.
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