domingo, 17 de octubre de 2010

Dos siglos de otra dependencia

       Ésta ha sido semana de puente, de largo feriado (si tomamos el término más utilizado en la América del habla hispana) en buena parte de América Latina y el Estado español. El martes se cumplían 518 años de la llegada de Cristóbal Colón al nuevo continente, de ahí que el 12 de octubre haya quedado fijado en el calendario como el 'Día de la Hispanidad' en el Estado español y el 'Día de la raza' en los países latinoamericanos que pertenecieron a su imperio.

       El 12 de octubre de este año ha tenido un significado especial en siete naciones latinoamericanas, puesto que México, Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Venezuela y Chile conmemoran este año el segundo centenario de su independencia. Conmemoran, sí, a lo largo de 2010 son muchos los actos que sus gobiernos han organizado para poner de relieve la gesta llevada a cabo hace 200 años por libertadores como Simón Bolívar.

       Sin embargo, hoy muchos de sus ciudadanos consideran que poco o nada tienen que celebrar. Las organizaciones que representan a sus pueblos originarios, los indígenas, se encargaron de recordar que, 200 años después, siguen luchando contra males permanentes como la discriminación que sufren, la pobreza generalizada o la preservación de su lenguas, cosmovisión y otros signos de su identidad y espiritualidad.

       La emancipación de las naciones americanas con respecto a sus metrópolis supuso un avance en términos de libertad para el ser humano, los ideales que estuvieron detrás del hecho emancipador se inspiraron en buena parte en la Declaración de los Derechos del Hombre, proclamada sólo 23 años antes en la Revolución Francesa. Sin embargo, no fue oro, uno de los grandes motores de la codicia española, todo lo que relució desde entonces.

       El nuevo estado latinoamericano era el de su clase criolla, el de los descendientes directos del conquistador y colonizador español (colectivo en el que hay que incluir a muchos vascos) y siguió sometiendo e ignorando a los indígenas, quienes, con todo, corrieron más suerte incluso que los negros, a los que legalmente se podía esclavizar. Al indígena no, puesto que eran súbditos de la Corona de Castilla, aunque el régimen de la encomienda prácticamente convertía a sus encomenderos en sus amos.

       200 años después los indígenas continúan siendo los grandes olvidados de las naciones latinoamericanas. 200 años después siguen sin verse representados por sus Estados. 200 años después la lucha incruenta de los mapuches por sus tierras es juzgada por tribunales militares de esa Chile que ha mostrado esta semana orgullosa al mundo una bandera que muchos chilenos no consiguen hacer suya. Dos siglos después el Estado mexicano sigue teniendo a pueblos alzados en armas en la exigencia de su visibilidad. Pero 200 años después un aimara, Evo Morales, preside una nación. No es el primer indígena en hacerlo, honor que le corresponde al zapoteca Benito Juárez, quien presidió México entre 1858 y 1872. Sin embargo, 200 años después, que un indígena gobierne un país sigue siendo casi una excentricidad, algo aislado en un mundo dominado todavía por blancos.

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