domingo, 28 de noviembre de 2010

Haití vota en cólera

       Es la fiesta de la democracia. El domingo amanece alegre en Puerto Príncipe y el resto de las ciudades de Haití. Los más de cuatro millones de habitantes que han logrado vivir más de 18 años, todo un reto en el país más pobre de todo el hemisferio norte, están llamados a ejercer su democrático derecho a voto. Toda una fiesta, sí. La ONU y las grandes potencias del mundo vigilarán la transparencia del proceso, preocupadas, como están, por la salud del sistema democrático haitiano, no por la de sus habitantes. Los haitianos no tienen qué comer, ni agua potable para beber. Las madres haitianas apenas pueden ofrecer el pecho a sus niñas y niños. Ni siquiera hay fuerzas ni medios para acercarse a enterrar a las personas que mueren en las calles a causa del cólera.Ya son 1.600 las personas fallecidas en el país caribeño a causa de esta enfermedad fácilmente evitable. Pero lo importante es que Haití es una democracia y el mundo tiene que asegurarse de que allí se puede votar, que haya urnas para depositar una papeleta. Pero Haití no vota hoy en cólera, la rabia sólo nace en los estómagos satisfechos. Haití vota en la apatía y el desencanto.

       Si alguien no llega hasta hasta el colegio electoral porque no tiene fuerzas, porque está enfermo, porque tiene hambre, ahí no hay nada que decir, qué le vamos a hacer, lo importante es que allí estén las urnas y que haya suficientes papeletas con las fotos de los candidatos, puesto que en Haití ya antes del terremoto casi el 50% de los adultos no sabían escribir. Es la formalidad de la democracia que ha impuesto el mundo occidental al resto: te puedes morir de hambre, ahí no hay nada que decir, pero tienes que tener derecho a votar, aunque no sepas a quién lo haces porque no sabes leer, no fuiste a la escuela...
       Dieciocho candidatos se disputan el complicado reto de coger las riendas de este país sin Estado, de un gobierno sin capacidad de ejecutar. El más conocido, el cantante Joseph Michel Martelli, aunque los sondeos no ven claro que pase a la segunda vuelta, en la que más posibilidades tienen la ex presidenta Mirlande Manigat y Jude Celestin, este último yerno y miembro del mismo partido que del  hasta ahora presidente René Predal. ¿Les queda algo a las y los haitianos? Sí, la dignidad. Haití fue el primer país latinoamericano en lograr la independencia y el primero de todo el continente en decretar el fin de la esclavitud. Mucho antes que Barack Obama, en 1807 un haitiano, Alexandre Pètion, lograba convertirse en el primer presidente americano de raza negra.

       Mientras los haitianos asisten obligados a esta fiesta a la que no se sienten invitados,  Estados Unidos y las dos Coreas juegan a los barquitos. El problema está en que el peligroso juego no se desarrolla sobre un tablero ni el fuego es virtual. Se habla del peligro de una guerra. Difícilmente se desatará. Es la ventaja del desafío atómico. Quien apriete primero el botón sabe que no habrá ganador: el ser humano, simplemente, desaparecerá.  

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